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Inteligencia espiritual




La espiritualidad es un rasgo esencial en nuestra personalidad. Todos los seres humanos hemos tenido alguna vez la necesidad de buscar respuestas a nuestras inquietudes y de relacionar nuestros sentimientos con ella. Los niños no son ajenos a ello.

Los valores personales que la espiritualidad aporta son un elemento positivo que potencia un mejor desarrollo de las aptitudes emocionales de los niños. Por ello, una educación basada en la inteligencia espiritual es enriquecedora y estimulante para los más pequeños de la casa.

Esto implica desarrollar una sensibilidad intrapersonal e interpersonal, creando las habilidades prácticas que se desprenden de la Inteligencia Emocional.

  • conciencia de sí mismo y de las propias emociones y su expresión

  • autorregulación, control de los impulsos, de la ansiedad, diferimiento de las gratificaciones, regulación de nuestros estados de ánimo

  • motivación y perseverancia a pesar de las frustraciones (optimismo)

  • empatía (ponerse en el lugar del otro) y confianza en los demás

  • las artes sociales


“El juego representa la máxima expresión de sentimientos”, pues las y los niños comunican las sensaciones que éste les produce. En la infancia, las acciones como ser, tener, hacer, coger, dar, amar, vivir o morir, no cobran sentido más que a través de los juegos. Por este motivo, se debe permitir el juego en todos los sentidos: con compañía, con agua, arena colorante, texturas, con niños de edades dispares, con adultos y sin compañía. De esta forma, el niño y la niña experimentan y conocen los mundos que los rodea, mediante la construcción de sus propias teorías, las cuales se irán descartando o validando conforme se desenvuelve en el entorno.

 
 
 

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